jueves, septiembre 10

TELITA III: No tienes más invitaciones, Amanda. Por Eva

Es ahora el turno de la querida Eva*, autora del blog Cosas que pasan, podentarista** y otra de las asiduas participantes de los Telita. Nos sorprendió oportunamente con Amor, su primer aporte al Telita II, y nos deleitó luego con su segundo aporte, Ilusiones .


La de Eva es una de las participaciones más esperadas del taller, así que no los entretengo más. Disfruten de su relato:



No tienes más invitaciones, Amanda.

El proyecto era simple: agarrar la topadora y arrasar con todo lo que hubiera en el lugar donde estaba el pequeño poblado de lugareños que había en el norte, donde, a lo sumo, unos treinta indígenas vivían sin respetar las leyes que manda la etiqueta y la religión.

Doña Amanda era estricta. En su campo se podía vivir, siempre y cuando se casara uno por iglesia y no tuviera más de una mujer.

Hacía rato que venía insistiendo con el tema a su marido, el Patrón, pero él la ignoraba como ignoraba todo lo que lo rodeaba, excluyendo su hacienda y sus plantaciones, y alguna que otra actividad que lo entretenía en los largos meses del campo.

Había accedido al pedido de Amanda porque, según él recordaba, esta era la segunda oportunidad en la que ella insistía tanto con un asunto. La primera había sido una disputa sin importancia por unos caballos con el dueño de la estancia vecina. Amanda reclamaba una tropilla que, decía, había ido a parar al otro lado del alambrado quién sabe cómo. Había que reconocerle su gran memoria, identificaba a todos los caballos de la estancia, eran su especial debilidad. Como no tenían hijos, prácticamente dedicaba su vida a cuidarlos. Así que aquella vez el Patrón había ido a hablar con el vecino, y había recuperado la tropilla. Un episodio aislado en su rutinaria vida, Amanda no solía interferir en los asuntos de la estancia.

Ahora, después de escuchar interminables súplicas, había accedido a echar de su campo a esos “indecentes”, según el decir de su esposa. También había pensado que, complaciendo a su mujer, podría recuperar unas cuantas hectáreas del campo, justo dónde estaba la laguna, y podría ir a pescar sin las inoportunas miradas de la gente que lo veía pasar y casi lo veneraba.

Amanda había venido a saber por medio de la mujer del capataz que los indígenas no respetaban las leyes de Dios. O al menos no las del Dios de Amanda. Los habían visto una vez rezando a la Virgen de Santa Rosa, y eso había apaciguado un poco el ánimo de Amanda, pero también era sabido que convivían sin estar unidos por la Santa Iglesia Católica, y eso era algo que no podía tolerar.

El Patrón fue al pueblo y alquiló una topadora.

Unos días antes, el capataz fue el encargado de avisarles a los indígenas que debían irse, so pena de morir aplastados en sus ranchos de adobe.

Sobra decir que la noticia no tuvo una buena acogida entre la pequeña población. Las mujeres lloraban, desesperadas; una semana es muy poco tiempo para buscarse una casa.

Los hombres, más drásticos, agarraron las escopetas y fueron a hablar con el Patrón.

Lo encontraron sentado mirando la televisión, aburrido en su living, solo.

El Patrón los vio venir pero no se movió. Tenía años de campo, y sabía que las cosas se arreglaban con distancia y frialdad.

Los dejó llegar hasta la galería y se levantó, con la mirada pétrea. Escuchó las razones de los hombres, y con la voz grave y pausada respondió: “Ahí tienen la capilla. Arreglen sus asuntos y se quedan, no los arreglan y se van”.

Los hombres no estaban dispuestos a escuchar sermones. Volvieron a exponer sus razones, por demás justas, pero esta vez un poco más violentamente, con algún grito e insultos de por medio.

El Patrón no se inmutó. Les dio la espalda tranquilamente y volvió a sentarse en su sillón, sin responderles siquiera. Ya había dicho lo que tenía que decir, no iban a venir a decirle a él qué era lo que tenía que hacer en sus tierras, ni estos hombres con escopetas, ni nadie.

No era por Amanda que se mantenía tan firme, sino porque no le gustaba que contrariaran su voluntad.

Los hombres se quedaron en la galería, con las escopetas en la mano, sin saber qué hacer. Se miraban sin hablar, esperaban al capataz que no llegaba, aunque no sabían para qué lo esperaban, adivinaban esa espera inútil.

No podían volver sin respuesta a sus mujeres e hijos. Mejor dicho, no podían volver con esa respuesta. Se sentían humillados, aunque ciertamente no analizaban este sentimiento, simplemente sentían que la tensión a la sombra de la galería crecía cada vez más y que algo tenían que hacer.

Una pareja de hombres que estaba cerca de la ventana tomó una mesa de madera que había en la galería y la tiró contra la pared, haciendo mucho ruido y despedazándola.

El Patrón se sobresaltó, llamó con un grito al capataz y se acercó a la galería.

Los hombres lo miraban con furia, con odio, con ira. Uno de ellos, el más viejo, tomó una pata de la mesa que acababan de romper y dijo solemnemente: “Un tributo a mis ancestros”, y le pegó al Patrón un fuerte golpe en la cabeza. A ese golpe siguieron muchos, la sangrienta muerte ya estaba definida.

El capataz llegó tarde. Amanda, volviendo de su misa, se encontró con los hombres que llevaban al Patrón hacia el caserío, como un trofeo, como un recuerdo de la histórica victoria de los débiles sobre el fuerte, de los pobres sobre el rico, de los indios sobre el blanco.

Amanda lloró. Ciertamente sintió remordimiento, pero más lloró de bronca. El llanto de Amanda no conmovió a nadie. Vivió y murió sola, en su gran estancia despoblada.

Eva, Septiembre 2009



* esposa del señor Juanro
** no lo explico más.

15 comentarios:

La Ruiva dijo...

La verdad, tiene razón The Pitufant. Directo, consiso, fácil de leer.
Excelente, Eva :)

rs dijo...

Gracias VP. Te tengo miedo ya :P
Gracias Rub también!!!

gabrielaa. dijo...

bien por los 30 indígenas y su histórica victoria!

:)

Mona Loca dijo...

Y al final se fueron, los indecentes!!!

¿Quién ganó?

besitos, Eva!

MariaCe dijo...

Ah, pero Mona, un cosa es irse porque te echan y otra es irse habiendo hecho esplotar todo! (bueno, al patrón por lo menos). Pero está bien, por jodido. Bueno, no, no está bien, ya sé. Pero que se joda! Hubieran hecho esplotar a la vieja también. Y a lo internet, de paso.

rs dijo...

No ganó nadie. Perdimos todos Mona :P

gamar dijo...

Muy bueno.
Yo hice uno para participar que creo que ganaría un concurso del relato más breve usando esas palabras. Pero no es digno ver la luz.
Saludos

subana banana dijo...

Hasta que no me devuelvas el disco de Marvin Gaye, todo mal con vos.

mosca brava dijo...

No te recuerdo, Amanda.

Zippo dijo...

Esto se pone cada vez mejor.Eva se pasa de largo, gira y te vuelve a pasar.

....

(¿Y si les hago un crucigrama con las palabras de la consigna, vale?) :s

Mar dijo...

Bueno zippo hace el crucigrama, y si hago una sopa de letras entonces?

Muy bueno Eva! ;)

Un tipo dijo...

¿Qué significa podentarista?

LALE dijo...

Muy bueno!!

Me encantó que en ningun momento se ve forzada la ultilización de las palabras de la consigna. Simplemente fluyen.

Felicitaciones por tal lindo y cruel relato!

PatricioUPMA dijo...

Más allá de las actitudes BUCHONAS de una que yo sé, le tengo cierto cariño, así que no voy a insultar el cuento solo por insultarlo ;)

Nah, está muy bien, la verdad. Es de ese minimalismo lo suficientemente amplio como para tener un efecto mayor al que se propone, para decir más de lo que pretende. Me gusta eso.

Igual, me hubiera gustado que estuviera menos partimentado, que tuviese parrafos más largos. Pero es solo una cuestión de gustos, lejos de una mancha para la obra.

June dijo...

Muy lindo, me gustó. Felicitaciones a la autora.
Saludos,
June