jueves, agosto 12

TELITA V: Memento

¿Se acuerdan de Memento? Nos sorprendió con su hermosa participación en el TelitaIII. Me consta que tenía todas las ganas de hacer dupla en el TelitaIV, pero debido a la lamentable deserción de su compañerx no le fue posible expresarse a dúo en aquella oportunidad. Sin embargo, sin arredrarse vuelve al ruedo y con un hermoso texto que les copipasteo a continuación. ¡Que lo disfruten!


Nosotros

Buenos Aires, 20 de septiembre de 1905.
Su madre le recordó mientras estudiaba que tiene prohibido salir, pero ahora que está sentado en el tapial del fondo no parece tan mala idea dar el salto hacia el baldío, pero no.  Distraído va caminado desde una punta a la otra, cuando de pronto no hace pie y cae entre las matas de al lado.  El pasto es de un verde intenso, y debajo de esa alfombra caliente por el sol, una humedad fresca le regala alivio a sus pies ahora descalzos.  Se pasa la tarde imaginándose perdido en esa jungla.  Es hora de volver a casa, late su cuello por la osadía cometida, de este lado no hay nada para hacer pie y trepar de nuevo el tapial.  Debe salir por el frente y entrar a la casa por la puerta principal, son las dos cuadras más largas que ha corrido, un poco agachado.  Se escurre por la rendija de la cancel (siempre está abierta) y corre para tirarse al piso del hall chico, el frío de las baldosas va apagando el fuego de las mejillas y a lo lejos la voz de su madre le advierte que se lave para cenar.

Madrid, 20 de diciembre de 1919.
Esperaba el tranvía parado en la esquina, en actitud sonámbula, apretujando esas hojas bajo el brazo como si llevara expuesta toda su vulnerabilidad.  Iba a presentar su primer artículo.  El calor acentuaba las miradas perdidas, los gestos lánguidos.  Inesperadamente, como si el Monzón alcanzara el cielo madrileño cayó la lluvia con sus inagotables gotas fusionadas en un oleaje. La lluvia lo despierta, lo trae al mundo nuevamente y este renacer es hoy más vívido que nunca. Entiende que sólo este milagro puede despertar a los enajenados.  Elije volver a casa.

Buenos Aires, 20 de noviembre de 1922.
Le resulta imposible hilvanar los hechos, las pequeñas decisiones que lo han llevado a estar con Concepción en esta casa, solos por primera vez.  De alguna forma ha suprimido o al menos reprimido pensamientos, ideas casi tangibles que le hubieran impedido sucumbir al berretín del amor.  El hogar está encendido y es la segunda copa.  Frente al fuego, frente a las sombras del fuego, su mente divaga por ancestrales emociones, dogmas no expresados y siempre presentes en él; las simetrías se diluyen y un remolino de imágenes va creciendo.  Las aparta con desprecio, se desaprueba por tal animismo pero ya es demasiado tarde, ha decidido que un hombre debe imponerse a los reproches de los demás.

Gualeguay, 20 de marzo de 1930.
Lo han convencido de pasar un día de campo en Puerto Ruiz.  El viaje desde la estancia de la familia de Concepción no es largo, y con esto conformó a su mujer.  Parado frente al muelle, con la mirada perdida en el campo de la otra margen de la boca del río, presta atención a los ruidos de su primogénito.  Ese niño en brazos, que balbucea algo y obtiene una sonrisa de su madre, esa burbuja inextricable que los encierra y los separa de la razón, son prueba irrefutable de que aún le falta mucho por aprender, y su soberbia no alcanza a evitar una unívoca conclusión: ha obrado bien.

Cambridge, 20 de febrero de 1969.
A su lado, en el banco que resiste perpetuo ver el paso del río, hay un hombre.  Su rostro cansado refleja la pesadez de su alma, la cansina marcha de su vida.  Pero el rostro es tan parecido al suyo que la perplejidad da paso a la curiosidad, y se anima (¿Hace frío, no?).  El otro tarda en dar signos de escuchar, sumido en lo que parecen profundos pensamientos, luego gira la cabeza (Realmente no sentí el frío hasta este momento).  (¡Esa voz!) piensa, y siente que un tenso equilibrio se ha roto, como una cuerda demasiado tensa; y es posible hasta sentir el latigazo del corte.  Durante un rato el silencio congela el tiempo, de pronto el crujido de una rama bajo el peso del hielo parece desencadenar nuevamente su paso inexorable.  Decide volver a intentarlo (Es un buen lugar para tomar un poco de sol ¿no le parece?) El otro contesta (Verdaderamente no lo creo, yo sólo estoy esperando) (¿Espera a alguien?) (No, espero algo) (¿Y cómo es eso?) (En cualquier momento usted me hará la pregunta).  Bastante anonadado, comienza a mirar más detenidamente al Otro, pero no comprende, no quiere comprender.  No comprende lo que el Otro sabe, lo que siempre supo.  Ese momento que pasará sin gloria por su vida, ni siquiera una anécdota, es para el Otro la continuidad infinita de un viaje.  El Otro ya ha estado ahí, todos los 20 de febrero posibles en el mismo banco a orillas del río Charles.  Ya no lo conmueve ver lo que todos los hombres añoran, contestarse la pregunta que inevitablemente algún día nos haremos ¿Qué pasaría si…? 

Las nubes han traído un viento frío, y nuestro hombre recuerda que sus nietos están por llegar, más azorado que atento suelta un saludo (Adiós, debo irme, mi nombre es Jorge.  Tal vez volvamos a encontrarnos). El Otro se despide (No lo creo. Yo,desgraciadamente, soy Borges).

Memento, Agosto 2010

5 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Muy bueno. Muy bueno.

Bien escrito.

Un abrazo.

Karito La Cordobesa dijo...

Fh! Què final. Me gustó, no me lo esperaba.

Igual, me desilusionaste. Esperaba los lunares en la corbata que tanto me prometiste =P

Saludos!

MariaCe dijo...

Memento, te anoticio de que ayer viernes a la madrugada, en un chat, tuve el honor de observar (no sin cierta estupefacción(, cómo tu cuento era analizado en profundidad y con respeto por varios podentaristas, entre los que se contaba, incluso, nuestro Especialista en Borges.
Casi me dieron ganas de inaugurar una sección de "Madrugadas literarias", los viernes a las 0hs en su chat favorito.

Memento dijo...

¡Gracias! La verdad (modestia aparte diríamos) yo también creo que la idea principal es buena, lamentablemente está ejecutada con mis limitaciones. Lo escribí de un tirón y sin releer el cuento “El otro” que lo inspiró (porque si lo leo, te aseguro que ni empiezo). Las fechas y lugares vinieron después y con la ayuda de la innombrable, que le vamos a hacer… Si es disfrutable, cumplió su cometido!

mosca brava dijo...

Se nota que no lo releyó...lo hubiera arruinado inexorablemente porque ese sí es, lamentablemente, Borges.