Todos saben que las hembras de los mamíferos se las arreglan para parir solas. Saben qué tienen que hacer, y con suficiente anticipación van buscándose el sitio más adecuado para el alumbramiento y guarida de los cachorros recién nacidos. Todos lo saben. La única que no lo sabía era Mina.
Las semanas pasaban y Mina seguía cada vez más redonda y tan pancha que por las dudas yo misma empecé a prepararle la "sala de parto". Con una caja de cartón, papeles y una sábana vieja bien limpita armé una cunita que ubiqué debajo de la escalera, en el sitio que supuse el más apropiado para que cuando llegara el momento Mina pudiera tener su parto a solas y en total tranquilidad. Y esperé. Y esperé. Y esperé. Mina la ignoró rotundamente, no así Tris, que halló que la caja de cartón era ideal para asear sus uñas, y en un par de días la dejó hecha tiritas. Por si acaso me conseguí otra caja, pero esta vez la dejé guardada para que no sufriera el mismo destino. Pero seguían pasando los días y Mina no daba ni una mínima señal de ocuparse del temita de su inminente maternidad.
Hasta que una mañana, repentinamente, saltó a mi falda y se agarró con las uñitas de mi jean y maulló mirándome fijamente. La bajé y se subió de nuevo, aferrándose con más firmeza. Había llegado el día, y mi joven gatita estaba cagada hasta las patas, y claro, la pobre recurrió a la única figura pseudo-materna que tenía a mano. Y no iba a dejar que yo me le escapara. Si me paraba para ir a tomar agua o para ir al baño se me pegaba a los talones, y maullaba lastimeramente si una puerta se interponía entre nosotras. Estuvo así horas. Por suerte para ella, yo estaba sin empleo en ese momento así que no tenía ninguna obligación por la que tuviera que ausentarme de casa. Fui a buscar la caja "de parto" y volví a prepararle la nursery debajo de la escalera, suponiendo que se iba a quedar ahí hasta que diera a luz, y que sin duda preferiría estar a solas para este evento. Ni en pedo. Ni bien amagué a alejarme, se paró de un salto y trotó detrás mío con los mismos maulliditos lastimeros de antes.
Resignada -y entusiasmada, para ser franca, porque era la primera vez en mi vida que asistiría un parto y hasta entonces ni soñaba conque alguna vez iba a participar de otro-, preparé el mate y me senté al lado de ella, y ahí nos quedamos las dos, o mejor dicho los tres, porque mientras ella se preparaba para el trabajo de parto, Tris, muy nervioso, iba y venía como padre primerizo, hasta que lo echamos las dos porque nos ponía nerviosas a nosotras. El trabajo de parto se aceleró. Mina tomó un poquito de agua, volvió a recostarse, ya con las patas traseras abiertas porque estaba muy dilatada. Y de pronto, con un maullido fuerte, se paró y soltó algo idéntico a una morcilla bombón. Ahora sí, Mina supo qué hacer. Enseguida desgarró la bolsita y se abrieron las patas de un gatito raquítico y negro. Lo lamió un poco en la nariz y la boca y enseguida con toda tranquilidad cortó el cordón y comió delicadamente los restos del parto. Una vez que terminó, se dedicó a lavar concienzudamente al cachorro. Tris volvió, se acercó a Mina -que le bufó desganada-, olió al cachorro. Y aquí sucedió otra de esas cosas que una creería que sólo los humanos hacemos:
El cachorro, ciego, empezó a reptar sin rumbo, amenazando con salirse de la caja. Yo no sabía si agarrarlo y ponerlo en el buen rumbo o no -debido a que siempre se me dijo que no hay que tocar a los cachorros recién nacidos porque luego la madre no los reconoce-, pero Mina se había despreocupado por completo de su primer hijo. Y fue Tris entonces quien intervino, y con mucha delicadeza fue empujando con el morro al cachorrito hasta ubicarlo junto a las tetas de la mamá. Una ternurita, mi gato papá, hermoso.
No voy a narrar, porque va a ser repetitivo, el resto del parto. Someramente: A intervalos de veinte minutos más o menos, Mina fue soltando morcillitas, repitiendo el mismo proceso. Fue un parto 100% exitoso, con un total de 6 cachorros, todos sanitos, algunos negros y los demás blanquinegros.
El primer equipo de monocromos había aterrizado en mi hogar.
Yo me sentía muy satisfecha con la manera en que se habían desarrollado las cosas.
Juro que nunca me imaginé la que se venía... pero eso será parte de algún otro capítulo.
jueves, marzo 20
¿Qué le ven a los gatos?? IV. Hay equipo!
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3 comentarios:
Que grande tris, me habia olvidado de ese episodio.
Saluton
Muy linda su anécdota.
Algunos gatos son dioses.
Se lo juro.
Anonimo: Cierto eh, qué grande Tris.
Apa: chas gracias. Le creo, le creo. Los que viven acá en casa no sé si son dioses pero les he visto hacer algunas cosas que por lo menos suenan a superpoderes!
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