viernes, diciembre 7

T.E.LIT.A! Se viene la quinta entrega!

Estoy encantada. Sigo recibiendo aportes que mandan mis escritores al T.E.LIT.A. Con mucha alegría les presento ahora el trabajo de Vill Gates, a quien conocí primero a través del blog de Vontrier, pero enseguidita se ganó su lugar en mi lista de Favoritos con su Equidistancias.
Y basta de prolegómenos! Aquí está:


Exordio
Antes de leer esto piensen que la escena transcurre en el año 1940. Si les parece que el marido es machista y la mujer tonta, tal vez tengan razón, pero corren el riesgo de perder un tanto la dimensión histórica, cosa que suele pasar en muchas obras de época hechas recientemente.
1940… 1940… 1940…

El arte de una buena mujer.

María extendía el mantel blanco, impecable sobre la gran mesa de roble. El calendario de publicidad de la imprenta “La Argentina” señalaba como fecha el 5 de diciembre de 1940. La temperatura era bastante calurosa. Ese domingo María y Florencio se juntaban a comer con Alicia y Mario, la hija mayor y su marido, junto a la menor, Laurita, que presentaba formalmente a toda la familia a su novio Lisandro. Se casarían en seis meses.
-Disculpame, pero ese muchacho me parece un vago -empezó Florencio, como sin querer hacer el comentario. Era bronca lo que le tenía a Lisandro, en realidad él sabía que estaba diciendo cualquier cosa.
-Ay viejo, vos siempre el mismo- María seguía tendiendo la mesa con el juego de cubiertos, las copas y la vajilla “de los buenos”, que les habían regalado para su casamiento hacía más de veinticinco años y que solo usaban para ocasiones “importantes”.
- Sabés que no me gusta el pibe.
-¿Pero vos no te diste cuenta cómo la mira y la manera en como la trata a la nena? Vos no me tratabas así cuando éramos novios…
¡Ah, no! ¡A mi no me vas a comparar con el pipiolo ése que no es capaz de buscarse un trabajo por si mismo!
-Bueno, pero yo hablaba de que él es cariñoso con la nena y que vos…
-Mentira. ¡Yo era cariñoso! ¡No me lleves la contra!
-¿Cariñoso como ahora decís?
Florencio se dio cuenta de que ella estaba teniendo razón. Además él ya le había conseguido trabajo al chico porque en realidad le caía bien. Conocía al capataz de la textil de la otra cuadra, ahí podía hacer carrera. No se lo diría a María porque no quería que ella pensara que lo apreciaba. Además le molestaba que su hija, tan joven, se fuera a casar con ese chico que parecía aún más joven que ella. Pero le daba rabia que efectivamente la tratara bien, mejor que él a María…
Y encima ellos dos se iban a quedar solos en ese caserón que él había levantado para su familia, hacía ya muchos años. Pero la vida de los dos había girado en torno a sus hijos todo ese tiempo. En realidad tenía miedo de quedarse solo con ella. Pero los hombres como él, no andaban mostrando esas cosas que sentían.
-No se hable más del asunto -dijo Florencio cortante.
Las chicharras cantaban al calor de la mañana.
-Bueno, viejo pero ya está todo decidido. Los chicos se van y está casa nos va a quedar grande… tendríamos que venderla.
-¿Pero qué te pasa a vos María? ¿Estás loca? Vos me querés matar de un disgusto. ¡Yo no sé para que me quede acá, me tendría que haber ido a la cancha y no escuchar todo esto que me estás diciendo!
-María seguía poniendo la mesa como si nada. Ya lo conocía a Florencio.
-Pero viejo, decime ¿Que vamos a hacer en este caserón los dos solos ahora que los chicos se van?
Los jazmines de diciembre, que a María le gustaban tanto y que ella se encargaba de comprar en ramos y poner en vasos por toda la casa, embriagaban aquella conversación que se iba acalorando como el día.
-Es nuestra casa. Podemos… podemos… No sé...
-Bueno, entonces tenemos que mudarnos. Esta casa ya no tiene sentido para nosotros.
-¡Pero cómo podes decir eso! ¡La hice con mis propias manos! ¿Te acordás las ampollas que tenía? Además acá nacieron las chicas, no sé cómo podes querer irte a otra parte. ¿Adónde te querés mudar? ¿A un departamento de esos modernos con ascensor?
-Pero vos no me decís para que querés que nos quedemos. Yo no quiero vivir de recuerdos.
-¡Recuerdos no, realidades!
-Vos… yo ya no te intereso…
-¿Cómo que no me interesás? Laburo como un condenado todos los días en esa bendita carpintería para pagar el puchero. Crié a una familia, hice una casa para vos y vos ahora me venís con eso. Pero ¿Quién te está llenando la cabeza? No serán esas con las que te juntás en la peluquería ¿No?
Los canarios saltaban en sus palitos de la jaula blanca, algún gorjeo se dejaba sentir, al lado del helecho.
-¡Las chicas de la peluquería dicen que vos andas haciéndote el galán con la hija de Doña Marcelina! Si, no te hagas el pavo. La chica de acá a la vuelta.
-Florencio se puso colorado. La semana pasada la chica había venido a la carpintería a arreglar una silla y él la había mirado… pero nada más. ¿Quién había ido con cuentos? Él la quería a María, pero no se lo decía con palabras, le daba vergüenza. Antes se lo decía… pero eso había sido hace mucho…
-Ya no me querés.
-Pero…
-¡Decime que me querés y que querés seguir viviendo conmigo! Y que vamos a salir y no te vas a ir siempre a la cancha con tus amigos a ver a River.
-Vos no podés…
-Si puedo.
-¡Pero…!
-No te escucho decir nada de lo que me tenés que decir -María dejó el mantel y se quedó parada mirando la pared.
Florencio miró los afiches de Pedernera, Labruna y Lousteau, la delantera de River, quienes lo observaban impávidos desde la altura en donde estaban colgados. Pero ellos no le iban a decir qué era lo que tenía que hacer.
-Soy tu marido ¡No me podés hablar así!
-Si sos mi marido ¡Demostrámelo! Sino, ahora cuando vengan los chicos les digo que nos vamos de acá y vendemos todo ¡Todo!
Florencio se quedó observándola con las manos abiertas, con su camisa de mangas cortas, que le daba cierto aire cómico, en parte recio y en parte infantil.
Ella lo quería, siempre lo había querido, pero esta vez la discusión era necesaria. Sino era ahora no sería nunca, o por lo menos eso pensaba ella.
Él se acercó e intentó tomarla por la cintura. Ella se dio vuelta y lo miró con la cabeza bien erguida y le dijo lentamente pero con firmeza -estoy esperando la respuesta.
Florencio se dio cuenta de que estaba derrotado.
-Bueno, si, tenés razón… -en voz muy baja.
-No escuché.
-¡Que si!, que… te quiero.
-¿Y qué más?
-Pucha que sos cabezadura, vieja. Que si, tontita, que vamos a estar juntos.
-¿Y el fútbol?
-Que voy ir menos.
¡Y me vas a comprar zapatos nuevos, porque ya no tengo de los lindos para salir y vamos a buscar una chica que me venga a ayudar! ¡Mirá cómo tengo las manos por esos jabones…!
-Si.
- Y me vas a decir que me querés por lo menos una vez por semana.
Si.
- Y además…
-Si.
-Y…
-Si.

Los chicos vinieron, comieron y se fueron. Florencio trató bien a Lisandro.
Y después, a la noche, la trató muy bien a ella.



vill_gates

2 comentarios:

gabrielaa. dijo...

muy bien, vill_!

(pero la delantera esa no era Moreno, Labruna y Lousteau ?)

:)

Sacerdote dijo...

Bravo Vill!!! muy bueno!

(si, ya se, no hice los deberes srta.)(lease esta frase dicha con puchero)