viernes, noviembre 16

Bati

Lo conocí hace unos diez años, en el chat. Se había recibido o estaba por recibirse de ingeniero químico, y era un amante de la música clásica. Le gustaba hablar y discutir sobre religión. Nos hicimos amigos, él y unos cuantos más. A lo largo de unos pocos años, chateamos mucho y nos vimos varias veces. Se hacía llamar "Batigol", y nunca un nombre mejor puesto. Avanzaba hacia las cosas con un empuje que parecía que se lo llevaban los diablos, avanzando, siempre avanzando, parecía que no podía detenerse mucho en ninguna parte y a la vez que eso, encontrar un lugar donde poder detenerse, descansar de sí mismo, poder anclarse en algo, fuera lo que más deseara en la vida. Se metía en negocios, se arruinaba, discutía, armaba otra cosa, se peleaba, se enamoraba, le iba bien, le iba mal, él seguía adelante, arremetía con todo, a toda velocidad, a toda máquina. Por un tiempo no lo crucé más, volvió a aparecer unos años después, para contarnos que se había ido a vivir a Santa Fe, que había conocido a una mujer maravillosa, que tenían una farmacia, que se casaba. Estaba tan feliz. Unos años más tarde volví a encontrarlo por el chat, brevemente. La inundación se había llevado puesto todo, contó. Los había dejado en pelotas. No dijo más. Lo noté, por primera vez, abatido. Esa fue la última vez que chateé con él; ya no volví a encontrarlo. En los últimos años, supe por terceros que tenía dos hijitos, que no habían podido recuperarse económicamente, y, bastante recientemente, que su matrimonio andaba muy mal.

Ayer se suicidó.
Qué impotencia, qué tristeza. Todo junto, y sobre todo, la sensación de culpa. Por no haberme mantenido en contacto. Dejé de estar en contacto porque sí, sin razón. Como si la gente cuando no está en el chat se desconectara de nuestra vida, como si todo lo que pasara afuera del chat fuera una especie de película, nada demasiado cierto, nada realmente importante o grave. Creyendo estúpidamente que siempre podía, él, seguir adelante, cómo no iba a poder, él, con todo ese empuje, esa garra que siempre le puso a las cosas. Con ese cuerpo de potro nervioso, pura fibra, con esa mente brillante, aguda, rápida, y su espíritu solidario, enérgico, creyente. Yo no estuve a su lado, ni siquiera con un mail, mucho menos con un telefonazo. No estuve a su lado y no sé si estando podría quizá haberlo ayudado a sostenerse y no lo voy a saber nunca, igual ahora qué importa si el Bati ya se las tomó, como hizo siempre, a toda velocidad e irreversible.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Creemos que la vida la manejamos nosotros y no es así. Él ya está en el plano de los que sí la manejan. Lamentablemente, salió por la puerta de atrás. Sólo podrá mirar; de ninguna manera comandar. El sufrimiento será no poder hacer nada por los que quedaron todavía aquí. En este gigantezco GRAN HERMANO. Paz para su Alma? Diós quiera que sí.