lunes, noviembre 19

Bienvenida, rutina

Capaz tenga que ver con la edad. O con la experiencia. No sé. Habré cambiado o me habré conformado, si es que importa. La cosa es... algo así:
"Rutina" siempre tuvo una connotación negativa para mí. Me molestaba encontrarme día a día haciendo más o menos las mismas cosas. Claro, de tanto en tanto, algún hito venía a desempolvarme un poco la modorra, pero más servía para resaltar la monotonía de todo lo demás que para ayudarme a cambiar algún rumbo.

Esta semana que pasó fue movida, desde lo emocional. Una noticia de suicidio, un par de accidentes menores (sufridos por mi nene, que siempre es peor que sufrirlos yo misma), una afirmación en la decisión de mudanza que venía margarideshojando hacía ya casi un año, y el -también rutinario y mensual- viajecito al pago chico. Y todo en medio de la por lo menos hasta ahora también rutinaria y mensual regla (ya, la de Andrés, el periodo bah, que ya se sabe). Sobre todo los dos primeros mencionados, resultaron una especie de tsunami al revés. Pareció que se inundaba el mundo con la energía que perdía. Amarilla, biliosa. Me destilé en líquidos y alergias, y ni hambre tenía (esto último, definitivamente nada rutinario). Me impuse jugar mucho con mi changuito y llevarlo a las plazas del pago chico, que son todas bellas. Y fuimos, y nos hamacamos, y miramos girar un tiovivo, y corrimos por el pasto espantando mosquitos. Una, dos, tres veces, tres plazas, tres momentos distintos del día. Ayer al atardecer fuimos con mi vieja a recorrer las partes nuevas de la ciudad, el segundo anillo de circunvalación. Era un atardecer espléndido, no nos peleábamos, Fran dormía sobre mi hombro. Y esto resultó una medicina.

Anoche volvimos tarde a Buenos Aires. En el micro, el último (espero!) accidente menor, una frenada brutal del conductor nos mandó a mi Changuito y a mí, que estábamos en el primer asiento individual de abajo, a estrolarnos contra la... defensa? o como se llame esa especie de pared metálica que separa a los asientos de la escalerita por la que se sube al piso alto. Yo medí el vigor del impacto de su cabecita con el dolor que sentí en el brazo. Conclusión: concusión. Un machucón rectangular y violáceo del tamaño de un celular en mi brazo; un chichón tamaño nuez y color avellana podrida en su preciosa frente.

Pero hoy, por suerte, es lunes y estamos en casa. Es lunes, ya desayunamos, ya dejé a Fran en el Jardín, ya limpié el patio y alimenté a mis otros hijos, ya saludé al portero, ya fui al chino, ya estoy frente a la pc tomando mate y en quince minutos, ya estaré atendiendo a las productoras, mandando mails, llamando a las casas. Ya empecé por vez nro. mil la dieta, ya no saqué el enchufe que tengo que llevar a la ferretería para que me den uno igualito pero que ande, ya fumé varios cigarrillos, ya me duele la rodilla anunciando la humedad que nos afligirá todo el día, ya constaté que la plata que me queda me alcanzará raspando hasta fin de mes, ya estoy escuchando la Folklorica Nacional, ya no puse a lavar la pila de ropa de todos los lunes, ya estoy escribiendo en mi blog.

Bienvenida, mi querida vida de todos los días!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Según Pavlov, somos la sumatoria de miles de reflejos condicionados. Muchos de ellos los realizamos sin darnos cuenta, otros no. Y tanto "malos" como "buenos", son parte nuestra y nos hace únicos. Sabés que el zapato está viejo y ya roto; pero qué cómodo que andás con ellos! Conoces a una persona, te gusta lo que crees bueno de ella, pero al final también te gustará lo malo. Nadie está de acuerdo! Pero somos máquinas. Recién la semana pasada leí en El Clarín, que las personas se enamoran a primera vista, de aquellas que les mostraron un excesivo interés(por parecerles bellas e interesantes).

MariaCe dijo...

No estoy muy segura de esa declaración de que "al final también te gustará lo malo"... Cierto que por ahi nos volvemos tolerantes con lo que consideramos malo en alguien a quien queremos, pero tanto como gustar... por suerte no sucede tan a menudo, me parece.
Cariños, Serp!
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