martes, septiembre 11

Razón suficiente

Conversación a las siete de la mañana.

- Cómo llueve.
- Sí...
- ¿Por qué está acá adentro el cagadero de los gatos?
- Porque llueve... si lo dejo en el patio, no van a salir a mojarse, y no les va a quedar otra que hacer en cualquier parte de la casa.
- Decime la verdad: ¿no te da asco esto? Yo no entiendo cómo no te da asco...
- ...

- Ese fluorescente no anda?
- No... dejó de andar cuando vinieron los pintores, no sé qué le pasó, no anduvo más.
- Capaz es la reactancia.
- No es, ya probé. También probé a cambiar el tubo, pero no funcionó. Tiene que verlo un electricista.
- Por qué no le pediste a tu hermano el otro día cuando vino?
- No... a Marce no le gusta que le pidan cosas. Además vino para traerte a vos, se quedó diez minutos sólo para tomar un mate con nosotros, no le voy a estar pidiendo que se ponga a mirar el fluorescente...
- Es tu hermano, cómo no le vas a poder pedir.
- Y, justamente, es mi hermano. Y no le gusta que le pidan cosas. Y no viene nunca, una vez que pasa un ratito te parece que le voy a estar pidiendo esta boludez...
- VOS SABES MUY BIEN POR QUÉ NO VIENE, NI VA A VENIR! SABÉS MUY BIEN QUE MIENTRAS TENGAS LOS GATOS, NO VAN A VENIR JAMAS!
- ...


Y si lo sé, ¿qué falta hace que me lo digas? ¿Por qué se te vuelve necesario insistir en que para mi hermano su disgusto por los gatos es razón suficiente para jamás venir a ver a su sobrino? ¿Tan difícil te es darte cuenta de que eso no es razón suficiente, de la misma manera en que tampoco lo es la distancia o el tránsito de la ruta? Realmente pensás que puedo no darme cuenta de las razones atrás de las excusas? Vos, que estuviste tres años sin pisar mi casa, antes de que existiera mi hijo, y esgrimías esas mismas "razones suficientes": los gatos, Manuel. ¿De veras creés que era tu razón verdadera? ¿Creés que los que sí vienen, vienen porque le gustan mis animales o el olor de sus excrementos? ¿Tan difícil te resulta aceptar que alguien sencillamente venga por la única razón de que quieren vernos, a mí o a mi hijo? Acaso vos misma no dejaste de lado tu repugnancia "por mis gatos", y te la bancás para poder ver a Francisco? ¿Por qué te es tan difícil aceptar que no importa si me dan o no asco las heces de estos animales, de la misma manera (la misma, sí) en que no importa si me da asco o no cambiar el pañal a un nene, de la misma manera en que no importaba si te daba asco o no ayudar a tu madre a lavarse? De veras, ¿no podés darte cuenta de que hay otra razón suficiente, una auténtica, atrás de cada acto?

¿Por qué, a las siete de la mañana y a punto de irte, largás todo lo que hace falta para que sea un alivio que te vayas? ¿Creés que no me doy cuenta de que lo que de veras esperás, es que yo te dé una razón suficiente para que no tengas que venir más?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Se nos presenta la vida como un telón de fondo, donde se proyecta lo que tenemos profundamente adentro nuestro.¿Te quieres?¿Disfrutas contigo misma?Amas el tiempo que tardas en hacer una comida par tí y tu hijito?Eres un ser muy sensible, que tienes mucho amor para dar. ¿Pero sabías que sólo puede uno tener lo que puede soltar?Que la felicidad ingrese a tu vida como la luz del Sol en cada mañana en un día despejado. Allí en una montaña del norte argentino :) Los amigos de mis amigos, son también mis amigos?

Anónimo dijo...

Aqui va una interpretación pseudosicológica (bienintencionada y posiblemente disparatada): Como el personaje de El club de la pelea, que al final de la película, tomado de la mano de Marla, dice "me conociste en un momento muy extraño de mi vida" mientras observan como se van derrumbanado uno a uno los edificios que ha dinamitado, en algún momento de los últimos años te desplazaste hacía un lugar o estado no ordinario, que te alejo de tu familia, que viven, que duda cabe, en el lado mas ortodoxo de la realidad.
Para ellos los gatos fueron un síntoma de un "desorden" que no pudieron ni pueden intuir.
El problema no son los gatos, el problema es lo que los gatos representan.
Y la gente normal, querida amiga, (o los que aspiran a serlo o representarlo) no puede comunicarse con la gente que no lo es. No comparten símbolos, como el chabón que veía en los edificios de las tarjetas de crédito el reflejo de su vació existencial, la representación de todo lo que estaba mal en el mundo y en su propia vida. ¿Podría un tipo así compartir un fin de semana con su madre? o viniendo al caso, ¿Podría la madre de un tipo así, compartir impasible un fin de semana con el?
La mala noticia, querida amiga es que estás loca.
La buena es que a mucha gente no le importa.

Me viene a la memoria un pasaje de un libro al que le caben muchos adjetivos, y que no voy a confesar que lo he leído, dice algo así como que tu verdadera familia rara vez se cria bajo el mismo techo.

Saluton!

Erika dijo...

Vea María... las madres son así como especies que, al parir por primera vez, comienzan a criticar y a herir, así como también a cometer los errores de sus propias madres que durante la vida entera han señalado con ese dedo que no se debe.
Por alguna extraña razón, las madres se encargan de herir a las hijas y no me pregunte el por qué, porque no lo sé. El gen madre es tan fuerte que no le permite superar el hecho de que ud. se las arregle como pueda sin tener que pedirle permiso, entre otras cosas.
Siempre creo que las madres no pueden dejar de competir con sus madres y, mucho menos, con sus hijas.
Seguro que la suya quiso ser como ud. y no se lo permitió
(segundo, su madre debe tener la misma carga genética que la mía... y que la de unos cuantos).

Un beso y si quiere, como dice Pol, hagamos el site quejassobremimadre.com

Morta.