Empieza con Claudia, en su cuarto, ahora aislado. Hace unas horas que está sola. Sentada en el acolchado tirado en el piso y usando la cama de respaldo, mirando la televisión y a la vez con el rabillo del ojo contemplando la ventana que despejada da al horizonte. En el fondo la tormenta, una montaña gris con el contorno de un furioso color naranja que confunde, como si el sol se asomara por detrás. Claudia sabe que es imposible, por la hora, y piensa en su abuela y piensa en Santa Rosa. Fantasea con la vuelta a la infancia, una vuelta a la inocencia que tan bien le vendría. Jugar entre los perros y los amigos sin preocuparse porque se puso el sol, porque la esquina está oscura, porque a esa hora no termina y no empieza ningún día.
En la película una pareja se besa bajo la lluvia, él le pide una segunda oportunidad y a Claudia eso le causa gracia. Piensa en el proyecto que tenían, en la maldita complejidad de las cosas, en las ganas que tiene de hundirse en el acolchado.
Unos meses después, en la calcinante tarde del pueblo, Jorge está sentado en un banco de plaza. Lee un párrafo que habla de la histórica victoria del mayor Miguel Vidal y mientras madura la tensión del texto a la sombra de un jacarandá, se va sumiendo en un sueño rojo. Sus manos ensangrentadas no quieren limpiarse, mira alrededor y entre los toldos hay treinta indígenas muertos, hombres y mujeres boca abajo, cubiertos por un arena fina que no quiere aplacarse, no sabe cómo sabe que son treinta pero el horror lo golpea cuando entre los muertos la reconoce a ella. Quiere gritar, pero despierta con el sol en la cara. Cuando llega a la pensión y abre la puerta, el calor concentrado bajo el techo de chapa lo recibe con un cachetazo. Enciende el ventilador y lo apunta a la cama, abre una cerveza y brinda como tributo al viento y al alivio. Aburrido mira el televisor sin mirar.
En la película una pareja se besa bajo la lluvia, él le pide una segunda oportunidad y a Jorge eso le causa gracia. Piensa en el proyecto que tenían, en la maldita complejidad de las cosas, en las ganas que tiene de hundirse en la cama.
Y aunque el destino no tiene más invitaciones, unos años después se reencuentran. No llueve y está bien. Esa calle tibia está del otro lado de la tormenta y más acá del sol calcinante. Parados uno frente a otro, se ríen de las causalidades.
Memento, Septiembre 2009
* Basta
** Dije: Basta
11 comentarios:
Este trae el sello de P en la frente, lo puedo adivinar. Incluyámoslon, invitémoslon, llamémoslon.
Porque el relato es excelente.
Sí, Zippo, yo intenté, pero me parece que lo asusté.
Por suerte igual el relato es excelente :D
WoW! Me gustó mucho el relato, Memento. (Éste de la próxima podentariada no zafa)
Me gustaron todos hasta ahora. El de Gabrielaa tiene una pulenta increíble. El de Vill y el de la Rubiaa, me conmovieron. El de Eva, el de Subana (ya vamos a hablar, vos y yo, andar matando podentaristas, tsk!) y el del Vengador Pitufante, me sorprendieron.
Va a ser difícil votar a uno solo, muy difícil.
ah pero muy muy bien!
Ah me gustó che.
Ha visto memento, ha visto que somos macanudos. :P
Lo leí dos veces porque me quería imaginar la película en mi cabeza. Y me quedé con ganas de mas, ufa.
Muy bueno, Mementito!
Memento, ¡tiene mi voto!
Bien por Memento!
Me conmovieron las causalidades.
Gracias a toda la muchachada, los comentarios complacientes anestesian la vergüencita. Voy a seguir leyendo a los demás y esperando que alguno me revolee la crítica (¡vos no! el del hacha, ¡¡¡vos no, te digo!!!)
Está bueno, me gustó. La crítica, no sé. ¿Quién es uno para criticar nada? ¿eh?
Me parece genial, muy bueno, muy bueno!
Felicitaciones al autor.
Saludos,
June
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