sábado, junio 7

T.E.LIT.A.II: Apasionado Vill

Vuelve Vill_Gates, a la ciudad y al TELITA! Después de unos días de viaje, se apareció con este perturbador souvenir. Bienvenido a casa Vill!


El llanto de los perros


Sentado frente a la pava, el Chango observaba las formas cambiantes del vapor que parecía amenazarlo creciendo hacia el techo, mientras trataba de imaginar qué decirle a ella cuando volviera.

La tensión en sus ojos enrojecidos, el fuego, el humo de la leña y la ginebra, creaban una nebulosa imagen amarillenta y movediza sobre las encaladas paredes.

Aquel rancho, casi invisible desde el camino vecinal, se derramaba en dirección opuesta al sol que se iba yendo, vacío de nubes, por el oeste.

-¿Por qué la Negrita se empecina en llevarme la contra? Si sabe que me tiene agarrado y que me pongo como loco cuando se va a la mañana a la estancia de enfrente. Ahí están todos esos peones que la miran y piensan quién sabe qué cosas. Como si yo no me diera cuenta o no me importara. ¿Para qué trabaja? ¡Si no necesita nada! ¡Seguro que quiere comprarse trapos! Ya sabe que a mi me gusta así, limpita nomás y que me da igual lo que se ponga.

Lobo ladraba afuera y rasguñaba la puerta con la pata derecha desde hacía horas, según le pareció a él. -¡Callate perro del demonio! ¡Te voy a dar en el hocico con el cinto si no te vas!- El perro enderezó las orejas al oírlo pero siguió con su quejido desacompasado que por momentos confundía al hombre, como si escuchara un llanto humano.

-Que no me venga con que no le digo que la quiero. ¿Le parecerá que hace falta? Pucha que me da calor decírselo…

-Aquella vez que la encontré hablando no se qué macanas con el puestero aquel y le pegué, después le pedí perdón y le dije que la quería. ¡Rojo me puse de la vergüenza que me dio! No la pude mirar a los ojos en todo el día. Igual se ve que me perdonó en serio porqué al rato me dijo: “¡Cabezón, cebate un mate!” Me acuerdo de las paces… Si… -Por un momento, el hombre aflojó los puños apretados que desplegaban, sobresaliendo de la piel gruesa, un entramado de venas hinchadas. Bajo esas manos, y en la mesa sin pintar, podía ver las vetas retorcidas de la madera, como caras humanas deformes que lo miraban con muecas murmurantes o acusadoras.

-¡Al mediodía, comiendo solo, a veces me imagino que anda por ahí tirada en un catre con alguno de esos tipos! ¡Tu macho soy yo carajo! ¡Que se atreva a negarlo! Pero no puede. Nunca va a poder… -Su cara de orgullo al pensar aquello, le hubiera dicho más a su mujer que esas pocas palabras ahora gritadas- ¿Sabrá que me saco la bronca que me provoca hachando troncos? Ya tenemos leña de sobra para todo el invierno por su porfía.

El perro seguía con su ladrido disonante. El Chango apuró otra ginebra. Si hubiera podido ver a través de la botella parda de barro cocido, se habría dado cuenta de que apenas quedaba un sorbo más y después nada.

-No entiende, no se da cuenta de que no soporto que mire a otros hombres, que les hable. Desde hace unos días, ya no puedo sacármela de la cabeza ni un minuto cuando no está. Sabe que el pensar en que tiene cerca a otro me vuelve loco. Lo sabe bien. Pero igual discute como esta mañana y se quiere ir. Encima me llora y yo como un sonzo aflojo y la dejo que se vaya.

Que quiere la plata para no se qué cosas, dice. Hiervo por dentro, me ciego y tampoco la puedo escuchar. Ni me acuerdo si hoy le grité o algo… En cambio cuando vuelve, cuando vuelve… ella sabe que soy otro. Negrita no te vayas más ¡No te me vayas…! -Se agarró la cabeza con las dos manos revolviéndose el pelo, moqueando.

Afuera el viento arrastraba el humo de la chimenea y al ladrido del perro, el que no había dejado de rascar la puerta hasta descascarar la pintura verde, acusando al azul anterior.

-¡Lobo salí de acá! ¡Te voy a dar con la hebilla! –El hombre se tambaleaba hacia la puerta, con los ladridos rompiéndole la cabeza, tratando de sacarse el cinturón de cuero al mismo tiempo.

Adentro y sobre la cama, estaba la Negrita. El techo parecía mirarle el cuello abierto, y el reguero viscoso y ya frío que señalaba el hacha, allí en el piso de cemento, muerta desde la mañana.


Si la obsesión fuera amor
la muerte sería su acto.



Vill_Gates, Junio 2008.

7 comentarios:

Cassandra Cross dijo...

Los finales de los cuentos suelen ser lo más importante, y la verdad es que si ya me habia gustado muchísimo el primero, Vill, tengo que reconocer que la imagen de este segundo cuento fue perfecta.
Felicitaciones!

Anónimo dijo...

Vill, te pasaste. Nadie esperaba un relato negro asì, tan crudo.
Estuvo bue-nì-si-mo.

mosca brava dijo...

"...que al lao del tigre, es fácil que peligren las zorras como vos".
Buenísimo, Vill.
Y también hay una descripción que garpa mucho: "Aquel rancho, casi invisible desde el camino vecinal, se derramaba en dirección opuesta al sol que se iba yendo, vacío de nubes, por el oeste."

Anónimo dijo...

Excelente! Que final, no me lo esperaba. Te pasaste en serio.

La frase final, lo mejor:
"Si la obsesión fuera amor
la muerte sería su acto"

El Profe dijo...

Vill, realmente admirable lo tuyo, te felicito.

¡Un abrazo!

Mona Loca dijo...

Vill, muy bueno!!!
Mencantó

Anónimo dijo...

Se ve que el viaje a Paraguay te pegó duro, Vill.
Muy bueno el cuento cuchillero.
Y como dicen acá, el final, mortal.