UN PERRO PUEDE ESTAR RENGO, ronco, ciego, hambriento, descaderado, sordo, encandilado, roto, puede sacar la lengua porque está cansado e inventarse otra para lamerse; puede ser un hotel lleno de parásitos, puede llorar, aullar, desconsolarse, saberse animal y doméstico, puede no tener dios a su perruna imagen y semejanza, ni virgen maría; ni saber la hora, ni saber el año, ni saber si el frío está afuera o en sus huesos, ni saber si aquello que lo pateó es el diablo; puede entender catorce palabras de hombre, y entender que un año para él son siete años y que la muerte llega así más pronto; un perro puede estar mal, horriblemente mal, a punto de morirse, pero igual —si lo llamás con ganas— agarra y viene y te arma fiesta y te mueve la cola y se te queda al lado, por las dudas de que vos estés más triste.
De "Ciento cincuenta de mortadela", por Hernan Casciari.
Extraido de su weblog Orsai
sábado, marzo 29
Otra de Hernan Casciari
Etiquetas:
literatura
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1 comentarios:
Con cuan poco nos llenan estos animalitos si nos encontramos mal... la verdad que de solo verlos algunos perritos te llenan de un cariño profundisimamente simple ... y de pulgas también, no tan profundas, algo simples y rememorables. :D
Un abrazo
(¿Viste el dibujo en la fiesta inolvidable?)
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