jueves, marzo 13

Cosas de chicas

Hace un rato leía el blog Ciega a Citas, que me viene resultando bastante entretenido. No sé si es diario de la dueña o puro escritura, pero en lo que a mí respecta da igual, la dueña del blog puede ser el dueño, una empresa, varios chicos escribiendo, lo que sea. Es una historia entretenida y eso es lo que cuenta.
En uno de los posts, leo:

"(...) la mujer se define por la fiesta de quince. La mujer que quiere fiesta no puede ser la misma que la que pide una moto o la que quiere viajar. Son -como mínimo- opuestas."

Sé que para algunas mujeres el cumpleaños de quince es todo un hito. Para mí no lo era, ni siquiera me importaba. Y con una madre viuda y laburante que nos bancaba a mí y a tres hermanos más, tampoco se me ocurría pedir ningún regalo especial. No quería fiesta porque nunca me gustaron, ni siquiera en la actualidad. Me refiero a esas fiestas con vestidazo, muchos invitados, gente contratada para pasar música, torta y anillitos y souvenirs y eso. Supongo que si la hubiera querido mi madre se habría roto el lomo para que la tuviera, y seguramente el resto de la familia habría participado haciendo esfuerzos alegremente. Pero no me interesaba.
Viajar, ni se me ocurría. Quiero decir que ni se me ocurría que fuera posible, salvo a Luján o algún lugar a no más de 100km de distancia y debidamente acompañada de algún mayor. Bueno, para ser franca me llamaban poderosamente la atención dos lugares: Rusia y California. Soñaba conque alguna vez los conocería, pero por "alguna vez" podía entenderse un futuro muy lejano, o incluso otra vida. Not big deal. Ya iba a tener tiempo y recursos.
Con respecto a las motos, en mi pueblo en esa época hacían furor los ciclomotores, a los que llamábamos "las motitos". A mí me encantaban, pero de la misma manera en que me encantaban Richard Gere, las habilidades de Nadia Comaneci o asistir a un concierto de Queen. Algo ajeno, inalcanzable y fuera de toda cuestión. Así que llegada la mañana del cumpleaños, saludos varios de los familiares directos. Mi madre llamó por teléfono, porque estaba en el trabajo. Y nada, a la escuela.
Y cuando volví de la escuela, al entrar a la pieza a dejar mis cosas, y ahí, adelante de la cama y en medio de la habitación: un ciclomotor rojo, flamante, divino. Y una carta de mi madre que me conmovió mucho. Y lloré, emocionada, sin poderme quitar la sorpresa de encima.
Resultó que unos meses antes mi mamá, que jamás jugaba a nada, había jugado a la quiniela clandestina, con tan buena suerte que había conseguido hacerse de un dinero que no habría podido juntar de otra manera. Y en vez de destinarlo a los gastos comunes, que eran muchos y a menudo la sobrepasaban, compró mi regalo. Porque para ella, mis quince sí eran importantes. De hecho mucho más que para mí.
Esa motito me hizo sumamente feliz durante unos cuantos años y su presencia está ligada a toda una serie de eventos, hitos en sí mismos (por ejemplo, fui en esa motito a la primera cita con el que chico que me dio mi primer beso. Que me resultó asqueroso, dicho sea de paso).

Volviendo al post de LG, supongo que soy "de las que piden moto". Bueno, al menos de las que la recibieron en vez de una fiesta. O de las que, después, amaron viajar.

Uf, como hago siempre, me cuelgo escribiendo sobre algún asunto personal, cuando en realidad lo que me había pasado cuando leí el post era que me quedé pensando en las chicas que ni fiesta, ni moto, ni viaje. Que por pequeño que sea el mundo del que decidamos rodearnos, no hace falta ir muy lejos para encontrar a todas un montonazo de chicas que no pueden entrar en esas categorías. Por no tener opciones, o por enfrentarse a opciones más vitales y menos frívolas, o porque... bueno, de esto me acordé:

Hace unos años solía timbrear la casa de mi vieja una nena, Rocío. Pasaba de tanto en tanto pidiendo ropa para ella y sus hermanitos, que ni sé cuántos eran pero eran muchos. Una nena con una carita preciosa, unos pocos pelos rubios y pajizos, coronando un cuerpito esmirriado y desnutrido. Era pobre, pobrísima, y vestía siempre harapos, ropa muy envejecida, que le quedaba demasiado grande o demasiado chica. Se hizo adolescente y ni se le notaba, por lo flaca y chiquita que seguía siendo. Una de esas veces pasó y le contó a mi vieja que un hombre, un vecino, le había ofrecido comprarle un jean, nuevo, todo de ella! si ella lo iba a visitar a su casa, sola. A ella ese hombre no le gustaba y no quería visitarlo, pero deseaba tanto el jean. Mi vieja, cuidadora de virginidades ajenas, horrorizada, le pidió que no fuera y se ofreció a comprarle ell amisma el jean. Rocío dudó, y dijo: "pero mi mamá dice que ese hombre me va a comprar ropa y me va a dar para comer..." Después de esto, ya no apareció más por la casa. Y nunca fue a reclamar el jean que le prometió mi vieja.

En chicas como Rocío, me quedé pensando.
Eso, nomás.

3 comentarios:

Cassandra Cross dijo...

Ña María, paso después de mucho tiempo y me encuentro con este recuerdo hermoso. Gracias!

Yo fui de esas chicas que ni fiesta, ni vestido, ni moto, ni viaje. Eran épocas tan duras para mi familia que hasta iba al colegio caminando en pleno invierno (veinticinco cuadras a menos de 0 grados, con una helada fantabulástica) para ahorrar mi parte del transporte escolar. Nunca deseé nada, ni me sentía un bicho raro por más que me preguntaran una y otra vez "pero en serio no vas a hacer nada-de-nada?".
Me invitaron, sí, a muchas fiestas de quince ese año, que disfruté como propias... sobre todo porque no tenía la presión de ser el centro de la fiesta (y podía irme a las dos de la mañana si quería), ni ese vestido cortamambos, ni los tacos, ni un chico al que me interesara deslumbrar. De hecho, más de una vez usé el mismo vestido y conjunto de pantalón y blusa, haciendo caso omiso de los comentarios insidiosos ("Ay, eso no te lo pusiste ya para el cumpleaños de Fulanita?"). Tenía un solo par de zapatos chatitos para combinar con todo.
Creo que simplemente era feliz sin tanto rollo. Tan feliz que ni me interesaban los comentarios, ni me agarró la melanco de no haber recibido para el cumple más que una reunión íntima y el regalo de mis padres: mi primera máquina de escribir eléctrica.

Gracias por el post, una vez más. Siempre es bueno acordarse de lo bueno de la vida, y también de las "Rocío", que las tuvimos en casa durante varios años. Una de ellas, hace poco tiempo, tuvo una bebe macrocefálica. Quería tanto a mi mamá que le puso su nombre, y hasta la invitaron al bautismo. Lamentablemente, unos pocos meses después también la invitaron al funeral; con su enfermedad y por la precariedad de su entorno, no tenía mucha expectativa de vida. Nuestra "Rocío" estaba absolutamente apagada y triste, contaba mi vieja más tarde, con lágrimas en los ojos.

Hay tanto por lo que estar agradecida. Hoy me das una oportunidad más de tener ese detalle presente.

MariaCe dijo...

Miss Cassandra, bienvenida. Yo paso mucho por su blog y muy a menudo me resulta tambi�n disparador de "recuerdos de provincias", y lo mejor de esto es que termino sinti�ndome como dice usted: d�ndose cuenta de que una tiene mucho que agradecer.
Del comentario que me dej� sabe qu� fue lo que m�s me sorprendi� El regalo que le hicieron sus pap�s. Porque, la verdad, casi no conozco gente que a tan temprana edad tuviera tan claro -tan claro como para que los padres se enteren-, por d�nde le va la vida a una... Y creo que eso, tambi�n es una de las cosas que se tienen que agradecer.
Hasta pronto y muchas gracias por comentar ac� en el pagof�cil!

Anónimo dijo...

claro, no hay problemam saludos