Sacerdote bendice al T.E.LIT.A

Sí! Vino de noche, y sigilosamente, dejó su bendición. Lean, a mí me encantó, seguro que a ustedes también les va a gustar. Gracias Sacerdote!

Foto

Estoy en cuclillas en la esquina del patio, acariciando a Diana, la única perra del barrio que entiende Idish. Mas allá, bajo el toldo metálico entreabierto esta la Bobe preparando la mesa para el almuerzo, bajo la atenta mirada del Zeide, que acaba de barrer el patio para borrar los restos de pelo que quedo regado en el piso después del corte obligado al que me someten mis padres cada vez que venimos de visita.

Siempre me fascino el estuche de cuero que tiene el Zeide con sus instrumentos de peluqueria , las tijeras y la maquinita para la pelusa. Todavía tiene uno de los sillones que tenia en su peluquería de barrio.

Aun no han llegado mis primos, y no comenzó la pelea para decidir quien se sienta al lado del Zeide durante el almuerzo. Es un lugar privilegiado ya que es donde mejor se escuchan las historias que cuenta de cuando era chico, en Lituania, y tenia que salir de noche, con unos amigos, a robar algún pedazo de pan o algunas papas para que la familia pueda comer.

La Bobe me pide que no subamos a la terraza a jugar, que es muy peligroso, pero ella y yo sabemos que cuando lleguen los primos nos vamos a ir arriba a jugar a la pelota.

Desde este rincón veo asomarse al enfermero por la ventanilla de la puerta, blanca y acolchonada, como el resto de la habitación. No dice nada, solo controla. No puedo evitar sentirme atemorizado de que me venga a buscar para una nueva sesión de electroshock, las que se hacen cada vez mas seguidas luego de mi ultimo ataque donde me comí la oreja de aquel doctor hace una semana.

Vuelvo a estar en cuclillas en la esquina del patio, acariciando a Diana, la única perra del barrio que entiende Idish.

Sacerdote

Diciembre 2007