martes, noviembre 11

Cosas que me gustan de los Arechaga. IV

¿No les cansa que tanta gente se sienta con derecho a opinar/aconsejar sobre cualquier cosa?

Yo soy una de esas, aunque me pese. Reconozco que cuando alguien expone un problema o situación conflictiva, siento un enorme deseo de tener algo que decir que ayude, consuele, clarifique, libere. No me es fácil dominar esa compulsión, y a menudo, encuentre o no que lo que voy a largar es útil, lo largo igual, al reverendo pedo, ocupando un espacio donde el silencio habría sido la mejor opción. No soy de hacer lo mismo en cuestiones más "macro", pero generalmente por falta de datos suficientes. En cuanto a lo "micro", y a mi compulsión por opinar y/o aconsejar, lidio contra ella desde que tomé conciencia de que era compulsivo (tristemente, no hace mucho tiempo). Como quien decide dejar de fumar, bastó para que instantáneamente desarrollara un fastidio contra cualquier aconsejador u opinador de esta misma calaña. No importa si me están aconsejando a mí o nomás declaran su posición sin que a nadie le importe ni se los haya pedido. Lo mandaría a la merde sin más ni más, sólo por opinar, juzgar, defender, atacar, aconsejar no sólo sin fundamento sino y sobre todo, sin conocimiento suficiente. Como me he vuelto más civilizada (léase más vieja) no lo hago, y rebusco en mi interior algún mantra budista, nagualero, católico, cualquier cosa que me pueda ayudar a soportar educadamente o hacer mutis por el foro.

Por otro lado, rescato, tanto en lo propio como en lo ajeno, la opinión o el consejo desapasionado y certero.

Y esa es otra de las razones por la que me gustan los Arechaga: jamás te aconsejan al pedo. Y cuando opinan, lo hacen desde una sinceridad y un desinterés personal tan franciscano, que sus palabras siempre valen la pena de ser escuchadas. Creo que nunca te lo digo, así que aprovecho: Gracias, Arechamigo.


8 comentarios:

Mona Loca dijo...

Quizas porque muchos opinólogos hacen uso de su función sólo para escuchar el hermoso sonido de su propia voz...


Yo aprendí hace rato a no dar consejos que no me piden...y en el caso de que sienta que quiero darlo, le aviso a la otra persona que se lo ofrezco aunque no me lo haya pedido y que es libre de no seguirlo en absoluto.

Como dice usté: cosas de la vejez!

El Profe dijo...

Es todo un tema, los opinologos sobran en la vita cotideana, en los medios de comunicación... a veces dan por sentado o por sabido la razón que los hace hablñar, conocedores de algo, casi especialista de custiones... la palabra ha sido a través de los siglos un valor inconmensurable... que poco a poco se ha ido devaluando.

¡Abrazotes!

unServidor dijo...

Claro, María, entiendo tu problema, así que te voy a dar un consejo:















.

Anónimo dijo...

Ah, yo te soy igual... Pero lo juro que es no es metida! Es porque me angustia a mí ver a alguien cercano medio tristón o embodriado... Y por ahí le pego, y ayudo. Y por ahí, no.

Y también descubrí que me jode escucharme metiendo bocadillo en toda situación... Calculo que ya aprenderé a dar palabras sólo cuando sean solicitadas. Con el tiempo. Tiempo, todo es tiempo. Ufa.

Zippo dijo...

Uh, yo le iba a aconsejar que juegue a un numerito que soñé, pero....


...prefiero que sea pobre antes que perderla como amiga, ¿se entiende?

Anónimo dijo...

No se que dije, pero gracias.
Saluton!

Anónimo dijo...

No se que dije, pero gracias.
saluton.

MariaCe dijo...

Zippo no se pase de listo. Pasemé ese número y yo seré su amiga rica :P