viernes, julio 11

T.E.LIT.A.II: Se va la segunda... dulce o amargo?

El señor Zippo, que ya nos deleitara con el hermoso trabajo con el que contribuyó al TELITA2, sigue inspirándose en la consigna de su creación y, para alegría de todos, no sólo vuelve a regalarnos con otra muestra de su talento, sino que, además, nos invita a un "doblete". Malpensados, abstenerse! Cito textualmente su invitación:

"María Ce: qué te parece si alguien (vos, o cualquiera que lo desee) le pone un texto a esta imagen, o un relatito corto en referencia a la misma? Sería algo novedoso, una colaboración doble, o mixta. "

El primero en aceptar la invitación ha sido nuestro podentarista y racingman amigo Moscabrava, asiduo y siempre bienvenido colaborador de este taller. Vean qué maravilla han hecho!


CARMEN

Estaba volviendo. Lo sentía como un viaje ineludible que se hace desde un lugar a otro, de un universo a otro. Desde el universo donde todo lo que siento está dentro de mí hacia el que todo lo que siento viene de afuera.

Todo es experiencia, sí, pero hay un empirismo interno y que no es necesariamente de los… solitarios, por decirlo de alguna manera. Con otro se puede ser uno. Cuando estoy adentro siento que ella me siente adentro. ¿Cómo explicar esto si no se es uno? Podemos estimular y sentir al mismo tiempo el efecto de tal estímulo. Es una maravilla, sí, pero siempre se vuelve.

Y el viaje de vuelta es así. Va llegando lo de afuera como cambia el paisaje en la ventanilla del tren, tan paulatinamente que parece imperceptible. Creo que lo primero fue el aroma potente a alcohol y flores, empalagoso, punzante, casi doloroso. E inmediatamente con el perfume que bajó de la nariz a la boca, sintiéndolo ya en el paladar apareció esa untuosidad en la boca. Esa textura como granulada porque tiene diminutas piedritas que se amasan en esa pasta.

Después, aunque todavía no tengas identificado nada de lo anterior, aparecen los ruidos. El primero, el más silvestre, impetuoso, lacónico, y casi acometedor de los yuyos aplastados por los movimientos del cuerpo. Parecen cuchillos revoleados en la oscuridad, latigazos que nunca llegan a destino. Y tras ellos, ya con alguna medida de distancia, el cantar de los grillos. Más allá el croar de las ranas.

Con esa noción de distancia se percibe ya la atracción de ese universo que nos lleva vertiginosamente hacia él. Como defensa sólo nos queda abrir los ojos. Estaba el horizonte casi recóndito en la noche. Solo las luces, como una línea de cuentas, lo delineaba.

Las luces inmediatamente trajeron como un runrún de gente reunida. No es que precisamente escuchara a la gente, su cotilleo, su trajinar, sino que era como una sensación. La sensación del mundo, de la realidad, de la trivialidad, de la hostil banalidad. Como un murmullo del conocimiento, de lo que se sabe más de que de lo que se percibe. En ese punto, ahí sí, un sonido, armónico, que acicateaba todos los resortes, porque era música, lejana, envuelta en el satén del aire nocturno, pero música que identificaba notoriamente a un instrumento, un acordeón. Las notas que podía predecir una a la otra, el compás, el ritmo y cuando calló, suspendido, yo mismo murmuré la letra que se derramaba desde ese paréntesis silencio: “Cortate el pelo, Cabezón…”

¡Zas! Caí en la cuenta que estaba apoyado en mis manos, y, rápidamente, que mis pulgares estaban sobre la garganta blanca, suave, casi espumosa. Sin pensarlo, casi en forma automática, o quizá en forma automática, no lo sé, ni sé todavía por qué , pero levanté los dedos separándolos de la glotis, donde quedaban las marcas rojas de su presencia opresiva.

Ya estaba totalmente en el universo del afuera. Todo tenía su nombre y era conocido. El perfume, el rouge, el baldío de la calle 47, los insectos, las luces del baile de la Sociedad de Fomento, los discos que estaba pasando Basilio, y sin embargo algo, que no estaba entre lo reconocido, me sorprendió. Ese silbido atronador de su inspiración. Fue como si todo eso fuera una estampa, y ella, en ese incorporarse con la boca abierta hasta el extremo de la fractura se devorara el cuadro, y con él a mí.

Sentí sus brazos que, colgándose de mi cuello y sus piernas rodeando mis caderas, me sumergían, de nuevo, en el otro universo.


Zippo y Moscabrava, Julio 2008.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

qué se puede decir de estos dos mostros, pedazos de bestias...

Anónimo dijo...

qué se puede decir de estos dos mostros, pedazos de bestias...

Anónimo dijo...

In cre i ble!

Zippo, su dibujo me encantó, ya se lo había dicho... Pero mosca, con este relato, le puso el marquito y lo colgó en la pared!
Qué forma de escribir, por favor!

Felicitaciones a los dos, sinceramente. La más sana envidia a ambos.

Anónimo dijo...

CLAP,CLAP,CLAP,CLAP,CLAP,CLAP,CLAP, Mosca.

Rapote dijo...

Dos potencias se saludan...

;) http://tiburonesdelanoche.blogspot.com/

bech dijo...

¡Qué dúo de mates creativos!
Saludos María C

Mona Loca dijo...

Buenísima la idea de la producción conjunta!!
Felicitaciones a ambos.

Vill Gates dijo...

qué se puede decir de estos dos mostros, pedazos de bestias...
(bis).
http://cuentosdelanochecer.blogspot.com/

mosca brava dijo...

zippo, la culpa es suya...

Vontrier dijo...

Felicitaciones a ambos.
Uno se va quedando sin piropos, ches.

Qué dupla de varones, María.
Que alegría, no?

Salú.
V.

Anónimo dijo...

Hermosa y feliz unión.
Felicitancias a los dos!

Cesar dijo...

Se nota que aca hay mosca che!
Grande Zippo y Mosca!, impresionante, cuantos de estos jovenes veremos mañana en el podio de la gloria!