sábado, mayo 24

T.E.LIT.A. II: El vuelo del Moscardón

Sí! El amigo Mosca Brava recogió el guante del TELITA, lo olió, lo sobrevoló, se detuvo, se frotó las manos, volvió a sobrevolar y finalmente, nos mandó lo que él tilda de "tímida colaboración": una prosa elegante y un relato muy gráfico. No me costó nada imaginar una ronda de mate alrededor del bravo Mosca. Casi casi un payador! Aquí va:


A PROPOSITO DE NIETSZCHE.

Debo decir, estimados amigos weblogueros y comentaristas del círculo podentarista, que a mí, personalmente, no me adorna ninguna virtud literaria como para poder componer algún opúsculo que pueda ser subido al Taller de la MariaCe, pero, tambien es cierto, que no me quiero perder la posibilidad de participar en cuanta actividad planifique este grupo y es así como, munido de mi proverbial memoria, plasmé sobre este papel el recuerdo de una anécdota que tiene por protagonista a alguien que, por lo menos a mí, no me cuesta reconocerle cierta vena poética.
En los aciagos días del otoño del 2002, recordarán Uds. si han tenido que andar por la denominada City, el circuito de los bancos del microcentro, estaba poblado de gente que rebuscaba el mango como podía: desde quienes se conchababan como coleros para comprar dólares, hasta los que les vendían comida casera a esos coleros precisamente que, a veces, no volvían a dormir a sus casas.
Había días de feria de trueque y comercializaciones de toda laya y pelaje, no sé si recuerdan, y, frente a la vidriera de Cambio América, ahí en Sarmiento y San Martín, lugar donde se concentraba los mirones de pantallas electrónicas, había un personaje que arengaba a suspuestas multitudes que se rebelarían contra el capitalismo, el individualismo, la demagogia y no sé cuanto males más que, advertía él, se abatían sobre nosotros.
No era muy viejo, de unos cuarenta y tantos años, lucía, por supuesto como buen rebelde, una barba que, sin embargo, denotaba que algún cuidado tenía con ella porque estaba recortada en forma bastante pareja. Eso sí, ojos desencajados y una figura delgada que marcaba que estaba pasando, por lo menos ultimamente, días de hambre. La ropa, de suyo era, que no revelaba un buen pasar, pero, bueno, convengamos que en aquellos días y en aquel lugar, nadie lucía muy elegante porque hasta los que tenían qué ponerse ocultaban sus galas para no aparentar y estimular los apetitos delictuales de la turba.
Cierta vez, con otros amigos, nos acercamos a la tarima donde estaba encaramado el sujeto y vimos al pie, al lado de una gorra donde se juntaban dos o tres monedas de señuelo, un cartelito que decía que este señor se presentaba regularmente en un “café-concert”, así decía, de la zona de Avellaneda.
Yo que soy del Sur, Uds. lo saben, perfectamente conozco que no ha existido, no existe, y probablemente no exista nunca tal cosa en en aquella zona. Pero como me gustan los desafíos y suelo andar por esos tugurios, animé a algunos de mi grupo para que me acompañen.
El lugar, no sé si alguno de Uds. conoce la Avenida Roca de la localidad, estaba emplazado en esa arteria, por llamarla de alguna manera, que tiene un boulevard en el medio y era, más bien, una parrilla que al fondo tenía un tinglado donde unas ruinosas mesas, eso sí, cubiertas por manteles de plástico, rodeaban un círculo entablado, apenas levantado del piso, que hacía las veces de escenario. Allí, a los pocos minutos de espera, y que decidimos mitigar con unos choripanes y una botella de moscato, apareció el hombre, enfundado en un poncho negro con ribetes blancos y acompañado de su guitarra, punteó una milonga surera y dijo algunos versos que, sostuvo, se los inspiro el Zaratustra nietszcheano. Será por eso, tal vez, que algunos me quedaron en la memoria y puedo repetirlos aquí, no sin cierta vergüenza ajena:

Reclama carga el espíritu
que busca sufrir por fuerte
no por deseo de muerte
sino por darse templanza.
En tanto blande la lanza
de los que abren caminos
no va a enfrentar su destino
sino a ganar la esperanza

No teme padecer su orgullo
mas no acepta otro mandato
que el que haya sido alegato
del deber impuesto a fuego:
En la luz parece ciego
pero se sabe en verdad
verdugo de la oscuridad
quien ame su propio ego

Que los impuros y enfermos
en su impotencia temprana
adoren la breve flama
del fósforo de su indolencia
mas no será en mi conciencia
la culpa de sus miserias
y del más allá la histeria
que me prohíba la ciencia.

Entre pústulas y taras
imaginarán su gloria
menoscabando la historia
de la más noble arma humana:
Cuerpo sano en mente sana.
Y en contradicción campante
ante su dios claudicantes
se hincan todas las mañanas.

¡Qué sano el cuerpo del cristo
al que adoran los enfermos!
¡Qué insinuante el sexo yermo
al que adoran las rameras!
¡Qué dicción clara y cimera
la que adoran los tarados!
Más nuestra duda es pecado,
Y nuestra salud, quimera.

No nos habrán de engañar,
predicadores nefastos,
seremos dueños del vasto
dominio de nuestro cuerpo
gritando antes que muertos:
¡Soy sangre y razón por hombre
y el alma no es sino el nombre
de alguna parte del cuerpo!

El bien, que no está delante,
tampoco te espera arriba,
no es bien de sabiduría,
ni ley de tus semejantes.
No es guía de trashumantes,
ni explicación le cabría,
porque su nombre es la umbría
parte de tu alma errante.

Sé que no me van a creer que los recuerde tanto pero tal vez deba decir que los haya trastrocado, y, si aún no me creen, sea menester confesar que fui algunas otras noches que mis amigos no supieron, seducido por los choripanes. Bueno también por el moscato. Y bueno, sí también por alguna que otra parroquiana. Está bien, había algunas meretrices….
Lo cierto es que estos sucesos, los artistas del hambre diría Kafka, fueron desapareciendo. No es que se los erradicó de entre la troupe del espectáculo pero dable es de reconocer que algún bocadillo más echan en sus faltriqueras, ahora. Y se dedican a más empinadas obras.
Es más, me han dicho algunos correveidiles, que este sujeto, que se hacía llamar el “panza Ríos”, y creo que su apellido era tan falso como el alias, está trabajando de libretista en televisión, cosa que no puedo certificar porque si hay algo que no se conoce es la cara de los libretistas, y además no miro tanto programas como para descubrir, en alguna línea del texto, el estilo que, creo recordar, del vate.
Sé que es poco para el blog pero, si la generosidad de la MariaCe permite que esto sea leído, espero sepan disculparme.

Moscabrava, Mayo 2008

8 comentarios:

Vill Gates dijo...

Muy bueno Mosca.
Prosa leída, cómo dicen por ahí, sin la influencia del tono periodístico que tanto destiñe la palabra.
Sorprendente la "memoria" que completa el verso quizás olvidado.
No será el moscato, el choripán o la meretriz los que hace aparecer el verso.
Es la vena.

Anónimo dijo...

sos lector de marechal no?

muy bueno, me gusto.

Vontrier dijo...

Mojca!

No te tirés a menos.
Buenísimo tu post.
Felicitancias!

V.

Anónimo dijo...

Me gustó muchísimooooo mosca. En serio.
Felicitaciones !!

Anónimo dijo...

Ah bueno mosca...
Si después de esto volvés a decir que no te adornan virtudes literarias, te parto la nariz de un ñoqui, ¿está claro?
Un ferviente admirador

Anónimo dijo...

Mosca, ustè es un poeta.

Capitan de su calle dijo...

Muy bueno Mosca.
Tiene una cosa espontanea que esta barbara.

Da para invitarlo a contar en un asado con esa prosa. Despues del segundo vino y cuando el truco va terminando, ahi entra usted y ameniza con estas joyitas!

gabrielaa. dijo...

bien por el Mosca!
(estoy segura de que tiene muchas más cosas en su haber escrito...)

abrazos