martes, febrero 5

¡No somos animales!

Creo que ya comenté alguna vez acerca de la poca bola que me da mi hijo en cuanto a mis instrucciones sobre las normas de conducta social. Unos cuantos creen que soy muy blanda al respecto, y sí, es probable que lo sea. Creo más en la instrucción que da la vida que en la instrucción a fuerza de repetición de órdenes (también se me acusa de vaga. Indiscutiblemente: lo soy). Pero bueno: a la anécdota...

Este fin de semana estuvimos de invitados en la casa de mi hermano y su familia. Una linda casa, impecable, de propaganda, en un barrio privado también muy lindo e impecable. Todo reluce, ahí. Una miguita tarda casi lo mismo en caer al suelo que en ser erradicada. Mi hermano y mi cuñada son dos personas maravillosas. Buenas personas, quiero decir, sobre todo. Y lindas e impecables, también. El domingo al mediodía, mi hermano y yo nos ausentamos, creíamos que por unos minutos que al final resultaron casi tres horas, y Fran quedó en la casa con mi cuñada, su hermana, y las nenas. Almorzó con ellas. Cuando volví estaba muy inquieto, y la hermana de mi cuñada me dijo que me había extrañado mucho y que había preguntado mucho por mí.

A la noche, cuando ya habíamos vuelto a casa, nos sentamos a comer. A Fran le gusta comer las zanahorias enteras, sólo peladas. Así que le alcancé una, y lo vi ponerla en el plato e intentar sin éxito pincharla con el tenedor.
- Fran, con la mano agarrala.
Y me miró y con carita mortificada me dijo: "¡No somos animales!"

Le pregunté quién le había dicho eso, y me contó que había sido la tía (mi cuñada).
- Pero vos sabés que eso no es cierto, no Fran?
Y él me miró con cara dubitativa.

Caray, llevo tres años tratando de inculcarle en qué nos parecemos con todos los que compartimos el Planeta. Hablamos y leemos y miramos en la tele y la compu cantidad de cosas sobre la vida, sobre animales que se extinguieron, sobre animales a los que comemos y los que pueden comernos a nosotros, sobre por qué somos animales mamíferos y vemos cuánto nos parecemos a los gatos que viven acá con nosotros, y cómo las aletas de los peces son un poco como nuestros brazos y a todos nos sirven para desplazarnos. Si hay algo que Fran viene aprendiendo en todo este tiempo, es: somos animales. Y conozco lo terco que puede ser mi nene cuando cree que lleva razón, y conozco lo inflexible que puede ser mi cuñada cuando cree que ella la tiene. Así que me imagino un poco cómo habrá sido la situación en la que se terminó decidiendo en que hay que usar tenedor porque no somos animales. Con razón estaba tan mortificado cuando volví de mi salida con mi hermano.

Ahora, ¿cómo hago para educar a mi cuñada en un principio tan básico como "uses o no uses el tenedor, igual sos un animal"?

Qué lucha, los parientes, caray.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Misión casi imposible re-educar a una cuñada, CLARO QUE SOMOS ANIMALES, muchos humanos lo olvidan y pasan de lo animal a lo material, de modo tan increíble que hasta los puedo percibir casi de concreto, jajaja, tu cuñada sera una persona maravillosa, pero aunque viva rodeada de naturaleza las normas de buena educacion y la vida en la urbe lograron extiguir su parte animal....una pena. sería recomendable que leyera Mujeres Que Corren Con los Lobos, excelente lectura para recuperar esa parte que perdió quien sabe cuando, me lo recomendo una maravillosa mujer, Vos.
Abrazo.
Laura Luz

Anónimo dijo...

Me da gracia que empieces recalcando lo maravillosos que son.
Saluton.

MariaCe dijo...

Es que lo son, Anonimo Conocido.
Y lo puse antes que todo porque pensé que si sólo dejaba la pequeña anécdota, podía dar una idea equivocada de lo que eran. Como para separarlo de un chismorreo común y corriente, que una puede tener con alguien que ya los conozca y no va a pensar mal de ellos. Porque vale la pena recalcarlo, bah: son, personas maravillosas. Mucho mejores que mucha gente, y definitivamente mucho mejores que yo. Abrazo!