martes, enero 8

Sueño de mudanza

Acababa de llegar a lo que sería nuestra nueva vivienda, que al parecer estaba al borde de la selva. A este lugar ya lo conocía de un sueño anterior -de hace exactamente dos años-. Se trata de una hondonada formada o bien por lluvias o por algun riacho, muy larga, y de un lado hay una pradera y del otro la selva. En aquel sueño anterior, yo había llegado al anochecer y como no había querido internarme en la selva a esas horas, había dispuesto mi bolsa de dormir sobre la barranca, de modo que podía ver la mancha inmensa de los árboles y arriba un cielo límpido y estrellado. En esta oportunidad, en este sueño de anoche, era de día, horas de la mañana. Había mucha gente, mucho ajetreo alegre y despreocupado, como de gente que está de vacaciones. Yo llegaba sola, con mi mochila a la espalda, pero sabía que había gente esperándome. Y aunque Francisco no estaba presente en el sueño, lo estaba en mi mente -no recuerdo con precisión pero era como si lo hubiera dejado temporalmente en otro sitio, para acomodarme en la mudanza-. No muy lejos de la hondonada, estaba la casa que habitaría. Y me sorprendía por lo bella, fresca y cómoda que era (parecería que la hubiera comprado sin haberla visto antes). Entraba al cuarto, que estaba impecable, me sentaba en la cama y observaba atentamente a mi alrededor. El estilo, francés pero sobrio, las paredes con molduras, los colores claros y apastelados, la cama de madera oscura, tallada con líneas simples, muy bella, y con un colchón bien alto y cómodo, y en la pared de la izquierda una ventana grande y cuadrada, abierta, que dejaba entrar la luz y el aire de la mañana. Es un cuarto acogedor y fresco, tranquilizador. Sentí que íbamos a estar bien allí.
Luego estoy fuera de la casa, recorriendo un poco la zona, y vuelvo a la hondonada. Ya es casi de noche y está lleno de gente, hay un ambiente muy festivo. Me avisan que están esperando el funeral, y me cuentan que habrá dos en esa ocasión. Esto lo cuentan muy livianamente, como si hablaran más bien de un espectáculo. Me indican que se ubicarán a ambos lados de la hondonada y yo misma busco mi ubicación. Hay un neumático grande, como de tractor, en un recodo, y elijo ese lugar. Al rato veo venir el agua, la hondonada se va llenando con un agua espumosa y clara, y en ella flota una especie de canasta. Han prendido lucecitas a ambos lados de la hondonada y hay mucha algarabía. Aunque no veo el contenido de la canasta sé que adentro hay alimentos y regalos, y pienso en algún ritual antiguo que despedía a sus muertos con viandas para el más allá. Pero ahí no han muerto personas, eso lo sé. Se trata de otras muertes, aunque no sé de qué tratan. Y yo tengo una vista privilegiada del evento, y es un sueño amable, y estoy extrañada pero contenta de estar allí.

1 comentarios:

Sacerdote dijo...

Las mudanzas son cambios, los cambios son siempre la muerte de una cosa o estado y el pasaje hacia otro nuevo. Una vez me dijeron, que para mudarme de país, debía morir primero en el anterior, y renacer en el nuevo, que no había otra forma de hacerlo. Y sabe que?, tenían razón, si uno no quiere quedar partido en dos lugares eso es lo que debe hacer. Y, a mi muy humilde entender, es lo que le dice su sueño.
Hoy pruebo el ejercicio, y domani le cuento ;)