jueves, agosto 30

Juan Manuel, feliz, feliz

Hoy en el parque habia un chico, que a juzgar por su físico andaría por los 14 años. Blanco, alto, delgado, muy hermoso de rasgos, y algo raro, cierto desmaño en los movimientos, la expresión como excesivamente inocente, quizá algún tipo de retardo, no sé qué.
Se hamacaba muy fuerte, y con una alegría! Con cada vaivén lanzaba unos grititos agudos y unas carcajadas de bebé. Feliz, feliz. A Francisco, en la hamaca de al lado, se le contagiaba la risa del chico y se carcajeaba y gritaba como loco. Yo los miraba a los dos y sin darme cuenta me reía también. El chico, entre las carcajadas, me decía algo que sonaba a "qué divina" o "qué me miras", pero se reía tanto que no podía entenderlo.
En un momento una señora ya mayor que estaba fuera del área de los juegos lo llamó, y él paró la hamaca, se bajó, se acercó y me dio un beso y se presentó. "Me llamo Juan Manuel", dijo. Y agregó que le encantaba la hamaca. Le dije "a Francisco también". El lo observó educadamente y dijo "Es chiquito... vos le das de comer? Debes darle comida cortada chiquitita..." Luego señaló uno de los juegos del parque -esa especie de escalera vertical, para trepar- y me preguntó si yo sabía cómo se llamaban. Le dije que no sabía y que simplemente las llamaba escaleras. Y él me dice: "Yo las llamo Adrenalín".
Después me tuvo como veinte minutos preguntándome cosas, sólo para encontrar si hacíamos o mirábamos lo mismo. Quiso saber mi apellido, dónde vivíamos, si miraba Bailando por un sueño, a qué escuela iba Francisco, si veníamos a menudo a la placita, si alguna vez había estado en Uruguay, en Claypole, en Luján, y otro sinfín de cositas. Y con cada coincidencia se iluminaba y estallaba de alegría.
La verdad que nunca vi a nadie tan feliz.
En una de ésas me cuenta: "En el departamento de al lado vive una señora muy viejita, muy rubia... yo cuando la veo me da una risa!!!! Y se rió como loco contándome esto. Previamente me había dicho que Nazarena Vélez era un bombón, yo tardé en darme cuenta de que se reía porque se ve que hallaba parecidas a su vecina viejita y a Nazarena Vélez, de alguna manera cómica.
La señora mayor volvió a llamarlo y él me explicó que era su abuela y que vivía con ella. Se fue corriendo despatarrado, pero enseguida se paró en seco y con mucha seriedad me dijo: "Tenés que decirme chau". Sin esperar respuesta se fue de nuevo, llegó hasta la abuela, le dijo algo y luego volvió, también corriendo, y me dio un beso, exigió el chau y se despidió contentísimo.
De veras: nunca vi a nadie tan feliz.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Mira lo feliz que debe haber estado Juan Manuel que me contagió la sonrisa y hasta me lo pude imaginar y conocerlo en un todo. Lindo Juan Manuel. Ojala alguna vez estalle para mi.