Me embolé, claro. Dieciocho horas sin electricidad, ocurridas a partir de las diez de anoche, y que abarcaron por lo menos esta manzana de mi ciudad. Pero... qué silencio! O mejor dicho, qué de otros sonidos. Sólo en mi casa, suelen hacen ruido: la heladera, la computadora, un tubo fluorescente, todo adecuadamente tapado por la tele o por la radio o por alguna música de la pece. Y ayer había partido y el barrio estaba debidamente alborotado, lo cual se hacía eco en radios y televisores y de paso teléfonos. Pero de pronto... silencio. No más ruidos eléctricos! Sí, claro. Me embolé. Quería chatear, quería leer libros digitales, quería jugar un solitario, escribir en el blog, leer los blogs, leer el diario online, quería mirar y ver, y escuchar todo lo que venía de afuera (de adentro de las máquinas, mejor). Pero de pronto... silencio. Los que habían querido ver el partido ya se habían ido en busca de áreas electrificadas. Amortiguada, me llegaba una conversación en otro departamente. Una abuela charlaba con su nuera y con su nieta, la nuera recriminando a la abuela que le enseñara malas palabras a su nieta, quien no dejaba de repetir: "Puta madre! Puta madre! Puta madre!" Mi ninito miraba un libro de figuras a la luz de una velita. En el patio, los gatos hacían sus ruiditos de siempre. Una canilla goteaba en alguna parte plic, plic, plic. Qué silencio! Silencio de vecinos, de oscuridad en el patio, de gatos.
Horas más tarde, mi nene ya durmiendo, me asomé al patio y me encontré con una luna grande, impecable. Y un frío perfecto, cristalino. Qué silencio, qué hermoso silencio, abrigador, amistoso.
Leí un par de páginas de La misteriosa llama de la reina Luana. Y me fui a dormir. Tan en paz!
martes, julio 3
Seres de luz
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1 comentarios:
Le voy a decir que de vez en cuando no viene mal desconectarse de las máquinas y quedarse sin luz.
Pero...la luna es mala consejera sino fíjese en nazareno cruz. Dicen que no alumbra y nada mas. Ella sabe de mi largo caminar.
Desconfíe de Edesur.
Me gustó pasar por acá.
Saludos
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