lunes, julio 16

Hoy me acordé de Jacinto

Ayer, bah. Y me puse a buscar vieja música, para recordarlo mejor. Lo conocí apenitas, apenísimas. Lo vi un par de veces, por una vecina azafata que solía recibirlos en su casa. La primera vez fue una noche de viernes, muy tarde. En mi pequeño antro musiquéabamos con unos amigos, sonó el timbre, era la vecina, acompañada. Yo no conocía al acompañante. El pidió la guitarra, y mi amigo se apresuró a pasársela, repentinamente mudo y maravillado (él sí lo conocía). Y en medio del silencio de los presentes, arrancó con su voz de pájaro una canción que se me encarnó hasta hoy (Romance de mis tardes amarillas). A eso sucedieron varios otros viernes, en casa de mi vecina. Y yo, que entonces era una gurrumina pajuerana recién arribada a la capital, asistía con los ojos y los oídos ASÍ de abiertos a esas guitarreadas increíbles. A Jacinto le tenía miedito, tanto por su música, que me clavaba ya fuera flores o espinas en el alma, como por sus ojos relucientes y sonrisa de diablo, que me licuaba las partes y me daba a la vez ganas de bailar o de salir corriendo. Atractivo, simpático y talentoso como el mismísimo Malo. No me costó creer que fuera salamanquero, aunque los demás dijeran que era pura leyenda y marquetin. Jacinto, Peteco, Ica Novo, son algunos de los que desfilaron por la casa de aquella vecina por la que guardo un afecto nostálgico (se fue un día a vivir a España, no volví a verla) y un agradecimiento pleno. Porque de su mano conocí un montón de maravillas: a los musiqueros y poetas ya mencionados, a Tolkien, a Castaneda (me dejaba incursionar en su biblioteca a cambio de regarle las plantas cuando estaba volando lejos). Y también al vino tinto y la otra maría, que hacían buena pareja con cualquiera de los presentes. Linda gente, mi vecina Susy, los musiqueros, los poetas, y otros que solían pasar por ahi, gente que florecía en esa incipiente democracia. Fue un tiempo corto, unos meses nomás. Y luego Susy se fue, y no volví a verlos. A Jacinto se lo llevó la muerte unos años después, a los demás, la vida. En mí, más que dejar huellas, lo que hicieron fue sembrar caminos. A tanta distancia y vida, cómo los quiero, cómo siguen estando acá.

3 comentarios:

Volante de enganche dijo...

"..cuando ansias de andar me alejen, de mis tardes amarillas..." que bello tema... aunque no me gusta la interpretación que hacía jacinto piedra. Ese tipo de experiencias no tienen desperdicio y siempre nos dejan la enseñanza de que los artistas son gente común y corriente que hasta pueden tomarse un vino en tu casa.

MariaCe dijo...

Cierto, aunque la verdad es que creo que los artistas no son gente taan corriente. No sólo por el impulso creativo o el talento al ejecutar, sino también porque el ritmo de sus vidas, por su mismo trabajo, suele ser bastante distinto del de la gente que yo entiendo como común. Además están más expuestos. Por lo demás, claro, gente es gente. Y gente linda, al menos los que me ha tocado conocer personalmente :-)

Anónimo dijo...

algo que nos une...
justamente! me acuerdo cuando te conoci, yo de allá en donde despunta el frío, vos mas acá en donde lo frío era rico (no me olvido de los helados de chivilcoy, neverrr). yo cantaba..yo dibujaba! te acordas? todo igual! me doy por bienvenida y reencontrada, dale? jacinto piedras, un genio! simple, como todos los genios :)